domingo, 18 de mayo de 2008

Entrevista con Celestino Castañon, el cura de San Lázaro


Celestino Castañón (Santa Cruz de Mieres, 1926) es un cura de esos de toda la vida. Tras su sotana custodia centenares de recuerdos y de historias. Aunque él, por humildad, se quita importancia, su relevante labor ha crecido a la par que el barrio de San Lázaro, al que ha dedicado media vida. El sacerdote prepara ya la celebración de los 25 años de construcción del templo de San Lázaro del Camino y de los 40 años del nacimiento de la parroquia. Es fiel testigo de esta etapa y parte principal de esta historia. Cuando llegó al barrio había «caminos de tierra» y 3.000 vecinos. «Hoy somos 15.000».

-¿Por qué decidió ser cura?

-Fui al seminario por un caso doloroso. En 1934, cuando tenía 5 o 6 años, asesinaron a siete sacerdotes, y uno de ellos era mi primo Juan José Castañón, al que yo ayudaba con la campanilla en misa. Y me propuse seguir sus pasos.

-Fue una época dura.

-Recuerdo que cuando estudiaba en el colegio de La Salle, en Bustiello, un día vinieron unos hombres con fusiles y nos dijeron: «Guajes, cuando digamos 'abajo el clero', decid abajo», así que nosotros encantados. Y cuando llegué a casa pregunté, «Mamá, ¿que 'ye' el clero?», y ella me contestó «el señor cura». Me eché las manos a la cabeza, en menudo lío me había metido. (Ríe). Ya, en 1940, fui al seminario en Tapia. Después, un año en Valdediós y en 1946, vine al Seminario de Oviedo, que estaba en obras, pero que se iban habilitando pabellones.

-¿Cuántos años tenía cuando se ordenó?

-25. Fue en 1952. Monseñor Lauzurica nos ordenó a 46 compañeros. Me mandaron a Sabugo, donde estuve de coadjutor. Eran los tiempos en los que empezaba Ensidesa, y junto con el sacerdote Aurelio Valiente abrimos un comedor en Ensidesa que atraía a muchos obreros y peones, que llamaban coreanos. Como lo pasaban mal por allí, abrimos el comedor para darles comida y cena. Después fui capellán de la Sociedad Hullera Española, que entonces tenía más de 5.000 mineros, y me encargaba la parroquia de Carabanzo, que está en el monte.

-¿Y cuándo llegó a Oviedo?

-En diciembre de 1968, monseñor Tarancón me reclamó ante la creación de la parroquia de San Lázaro. Comenzamos a trabajar un grupo muy majo de personas. Algunas siguen. Este año decidimos tener un recuerdo y, por eso, celebramos las bodas de rubí y las del templo, que cumple 25 el primer domingo de junio.

-¿Cuál es el programa?

-El arzobispo presidirá la eucaristía de las 12.00 el próximo 1 de junio. Y después habrá una comida fraternal. Antes, habrá un triduo de acción de gracias (29, 30 y 31 de mayo) y haremos la XIII exposición de obras de arte de artistas del barrio.

-¿Fueron fáciles los inicios de la parroquia?

-Fue una pequeña aventura, que recuerdo con cariño. Hubo que partir de lo que había y los primeros años tuvimos la iglesia en en el pasillo de la escuela del Ave María, en la calle Fumaxil, y empezamos a celebrar la eucaristía y la catequesis. Allí nació una rondalla, el grupo Mies de montaña y también comenzamos a celebrar la fiesta de Santa Bárbara, porque había muchos mineros jubilados.

-También creó una escuela para el colectivo gitano.

-En el barrio había un colectivo de familias gitanas que vivía en unos albergues provisionales que se hicieron después de la guerra, y empezamos a trabajar con ellos. Abrí la escuela gitana en un bajo de la calle Lauzurica. Iban entre 20 y 25 personas. Nos hicimos amigos de ellos, intentando ayudarles. El gitano estaba económicamente más deteriorado que hoy.

-¿Era una escuela de apoyo?

-Sí, para los que tenían dificultades en las escuelas normales. Funcionó cinco años. Aparte, les dábamos la merienda.

-Tardaron 15 años en tener su propio templo.

-'San Lázaro ya es iglesia pero necesita un templo'. Ese era nuestro eslógan. Empezamos a hacer campañas en todo Oviedo para alimentar la esperanza y empezaron a venir ayudas. Poco a poco, nos metimos con el templo.

-¿Quién lo diseñó?

-El arquitecto fue Enrique Casares. Había que aprovechar los 3,200 metros cuadrados de solar y le pedí que tuviera una estructura irregular, que había visto en una exposición en Munich sobre Nuevas Iglesias en Alemania después de la Guerra Mundial. Es cierto que tiene una orientación un poco rara.

-¿Logra tener el templo lleno?

-Estamos en un momento de posibles cambios. Hoy, los matrimonios jóvenes no son los que más la frecuentan, pero hay. Tenemos un grupo de vida ascendente, hay una asociación de pensionistas y jubilados, la asociación de vecinos San Lázaro-Otero nació también aquí, como la asociación asturleonesa del camino de Santiago.

-¿Por qué se creó esta última en San Lázaro?

-Explico. San Lázaro se creó con el nombre de San Lázaro de Otero, pero no era correcto. ¿Qué tenemos que ver nosotros con Otero? Entonces, mediante una firma de todos los feligreses, solicité al Arzobispado el cambio por la de San Lázaro del Camino, que tiene fundamento histórico: en el siglo XVIII se llamaba así el barrio. Y para celebrar el cambio en 1990, hicimos una peregrinación desde San Isidoro de León a Oviedo en tres días. Y así comenzó la asociación.

-¿Y qué les motivó a hacer el camino francés?

-Porque es partiendo desde León cuando la gente que hace el Camino Francés se hace el interrogante: 'Quien va a Santiago y no visita San Salvador, visita al criado y olvida al Señor'. Nosotros quisimos recuperar la tradición del Camino de León, porque se había enfriado un poco.

-Si retrocediera en el tiempo, ¿volvería a ser párroco de San Lázaro?

-Sí, es muy gratificante.

El Comercio

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